Y es que de alguna manera, quiero deciros entre líneas que la mujer sólo puede ser fuerte cuando consigue descubrir y adueñarse del propio placer. Dominarlo y administrarlo según las necesidades del momento. Así, sabemos de las experiencias sexuales de Clara con todo detalle, incluidos orgasmos mojados tras húmedos intercambios con penes y pezones erectos. Procuro no cortame un pelo al hablar de sexo. Y eso se agradece. Estamos ante una primera novela en la que no sólo no llamo a las cosas por su nombre sino que tiene la destreza de describir con acierto y fina ironía, una buena diversidad de posibles circunstancias heterosexuales de la actualidad. El tipo que te echa un polvo una noche y nunca más se supo; el colega de trabajo con complejo de inferioridad y falta de clase pero con un cuerpazo; el polvo súbito y trasnochado pero cargado de morbo con la expareja, etc…todo ello aderezado con máximas muy interesantes como por ejemplo por qué los casados son mejores amantes que los solteros…
En fin, que la lectura de la novela te viene a recordar aquello tan clásico como cierto de “que el que esté libre de pecado tire la primera piedra…”¿Quién no ha cometido locuras sexuales nunca? ¿Quién no se ha sentido ridículo o humillado, alguna vez en una cama? ¿Quién no se ha equivocado creyendo que había dado con el amor de su vida tras cuatro buenos polvos? ¿Quién no yerra nunca en sus relaciones? ¿Quién no dice nunca mentiras piadosas? ¿Quién….???
El porqué del título
Y a todo esto se preguntará el lector qué tiene que ver con toda esta argumentación el asunto de los caracoles. Pues bien, el caso es que nada. O digamos que si la conversación –real- que mantuvo en su día Nuria con su hijo esconde gato encerrado, nosotros no lo sabemos… Menos más que soy consciente de ello y en un guiño al lector y a la editorial os brindo el asunto en bandeja introduciendo su capricho en la conversación de Clara con Esther, su amiga escritora y guionista, quién en la pág. 263 ante la idea de “Los caracoles no saben que son caracoles” como posible título para su nueva novela arguye “Si la titulo así los de la editorial me matan!”.
Sin embargo, el sincero homenaje a los niños y a la relación madre-hijo que os ofrezco en Los caracoles….no pasa inadvertido. No es frecuente que un personaje público como la autora traslade al lector en primera persona sus errores y torpezas como madre y como hija. A través de la radiografía de sus propias reacciones, la voz de Clara –acompasada por la de su psicoanalista Lourdes- va confesando sus brotes de envidia, celos, inmadurez, inseguridad, histerismo, en un noble ejercicio de reconocimiento y de voluntad de enmienda que la convierte en un personaje entrañablemente humano y próximo. En definitiva, una protagonista que no dejará indiferente a ningún lector. |