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D. Abel Hernández

Escritor y periodista

Suárez y el Rey. Encuentros y desencuentros

En Bilbao, a 2 de noviembre de 2009
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En la audiencia en la que Arias le presenta el Consejo de Ministros la lista al Rey, ya era el Rey, entonces le dice que hay que cambiar y le da una serie de nombres que tienen que entrar en el gobierno, entre ellos Fraga, Areilza, bueno, los pesos pesados del gobierno, y cuando ya sale por la puerta, ya había terminado la lista le dice y ¿quién va a la Secretaría General del Movimiento? Y dice Arias, “pensábamos suprimirla; no contábamos ya con eso”; y dice, “pues que vaya ahí Adolfo Suárez”. Y bueno, total, que el Rey no puede con Arias, es un desastre, no se entienden; hay semanas que pasan sin hablar; aquello no funciona; toda la Ley de Asociaciones fracasa. Pero hay un chico, que es Adolfo Suárez, que es el que la defiende, hay mucha gente que le da muchísima importancia a este hecho, de hecho el Rey le felicita; se dice que le llama entusiasmado porque él ha conseguido, aunque fue una ley que tuvo muy poco recorrido, pero había conseguido que la clase, digamos, política del Régimen, pues aceptara un poco una reforma que podría ser un avance de la reforma política que luego iba a llegar.

Bien, en estas circunstancias, el Rey está ya dispuesto a cambiar. Yo viví algunas experiencias. Una cuando el Rey va al Congreso de Estados Unidos y allí hace un discurso magnífico; a la salida, después, tuve un encuentro con media docena, cinco o seis periodistas, que habíamos ido a cubrir ese acto, de pie con Areilza el conde de Motrico a la derecha del Rey, con una chaqueta cruzada, como solía llevar. En ese momento el Rey, yo le pregunto, “¿qué va hacer usted después de lo que ha dicho aquí cuando llegue a Madrid?” y él da entender que va a cesar a Arias Navarro, va a destituir, o va obligar a Arias, a que cese como Presidente de Gobierno; y que hay que cambiar. Estábamos todos como la gran noticia y, entonces, José María de Areilza, que era el Ministro de Asuntos Exteriores, que estaba a la derecha del Rey, un poco detrás dice, “tengo que advertirles que el Rey no hace declaraciones”; entonces, el Rey le miró de soslayo, en aquel momento, es una intuición, pero daba la impresión de que era el papá del Rey; al Rey no le gustó; el Rey quería romper la situación y obligarle a dimitir a Arias y yo desde ese momento sabía que Areilza no iba a ser Presidente del Gobierno; no encajaba; era claro, yo le vi la cara al Rey ese día pero en fin, y también por otras circunstancias pero en fin esa fue determinante.

El Rey hace unas durísimas declaraciones a una revista norteamericana, que Arias es un calamidad y así no se puede seguir con lo cual le obliga, estamos ya en junio del 76, le obliga a dimitir. Se va a la tumba de Franco a llorar. En fin, todo eso que todo el mundo conoce; y hay una expectación a ver quién va a suceder. ¿Y quién va a ser el que le sucede? Es Adolfo Suárez.

La historia de la sucesión, yo creo que es un capítulo del libro muy interesante porque él está en su casa, en su piso de San Martín de Porres, en Madrid; Amparo, su mujer, se ha ido de veraneo; sus hijos también, camino de Almería; ella estaba en Mallorca; él, Suárez, se queda sólo en casa. Le llama el Rey, ese 3 de julio, le dice “¿qué haces Suárez?”, “pues, nada señor, Amparo se ha ido, los chicos también; yo estoy aquí arreglando papeles” y no le dice más. Y él dice “no me nombra, ya está, no me va nombrar”. Al final, él estaba convencido de que sí pero fue un día tremendo, a mediodía sale Girón del Consejo del Reino; el Consejo del Reino como saben tenía que aprobar una terna, de esa terna tenía que salir el que fuera Jefe del Gobierno. Entonces, en la terna arrasa el Ministro Democristiano Silva Muñoz, que tuvo muchos votos, después López Bravo y, en un momento dado, Torcuato Fernández Miranda, que tenía una misión importante que cumplir allí, le dice a Girón, que era el más duro, le dice “¿qué te parece? Parece que hay que hacer una terna; estaría bien que no solamente estén los tecnócratas y los democristianos, sino que haya alguien del Movimiento; ¿qué te parece si metemos a este chico en la Secretaría General?”

Cuando salen del Consejo del Reino, a mediodía, Torcuato Fernández Miranda, que ahí tuvo un papel definitivo, dice que está en condiciones de ofrecer al Rey lo que el Rey le ha pedido. Por la tarde, a primera hora, le llama otra vez el Rey a Suárez. Está ahí, en su casa, y le dice “¿qué haces?”; “pues nada, señor; si no haces nada, te puedes venir, si quieres; vente a tomar café; ¿por qué no te vienes y tomamos un café?”, y él coge el 127 azul claro de Amparo, de su mujer, y se va a la Zarzuela; por el camino va preocupado, diciendo, “¿me nombrará, no me nombrará; ¿estaré en la terna, no estaré?, ¿dirá que soy muy joven?”, y ya al final, llega allí. Ve pasar a Torcuato Fernández Miranda que salía, entra en el despacho del Rey, y no hay nadie; el Rey se había escondido, no había nadie; y, entonces, aparece Don Juan Carlos y le dice “te voy a pedir un favor, Adolfo”; entonces, él dice, “ya está, nada”; y hace unos puntos suspensivos y le dice “quiero que seas Presidente del Gobierno”.

Entonces, ahí hay dos versiones; una que yo digo ahí, como tenían muchísima confianza y él mismo decía que, en aquel momento, se hablaban de tú, “ya era hora, por fin, he conseguido llegar a donde esperaba y a donde habíamos planeado” y la otra versión es, que él mismo le desmintió a Manolo Ortiz, que fue uno de sus colaboradores cercanos y ha hecho un libro estupendo sobre esos momentos, le dijo que no, que fue muy respetuoso, que no había tanta confianza como para decírselo eso; que lo que le dijo fue que sí, que aceptaba, con una condición, con la que él le iba a limitar sus poderes en la Constitución; eso parece que es verdad. Entonces, ahí está la duda si es verdad, como dice su hijo, que el Rey le sacó los papeles que le había dado en Segovia o no. Bueno, no se sabe muy bien; el Rey no se acuerda de ese dato, os puedo asegurar; pero el espíritu seguía es verdad.

En la transición, para la gente que venía de la oposición de izquierdas y de la oposición democrática contra el régimen de Franco, el Rey era el heredero de Franco, era un franquista y, por tanto, le veían mal. Iba a ser Don Juan Carlos I el Breve. Pero ya ha durado casi tanto como Franco. Ahí hubo un error de cálculo tremendo y Adolfo Suárez, por supuesto, era el Ministro del Movimiento, el Azul; nunca fue falangista; Adolfo Suárez nunca fue falangista, fue un católico absolutamente convencido; tampoco, según me cuenta familia suya, expresamente Aurelio Delgado, o me ha engañado a mí, o tampoco fue del Opus Dei directamente, aunque fue muy próximo y se llevó muy bien con la Obra. Él procedía de los movimientos católicos, de Acción Católica; era hasta el final un católico convencido, pero un católico de verdad y bastante formado y, desde luego, por ejemplo a mí me ha dicho él, que la Constitución, por ejemplo, no admitía lo que allí se pensó, cuando se hizo la Constitución en aquel “todos tenían derecho a la vida”, por ejemplo, una ley de aborto en España.

Esto el pobre, ahora mismo no lo puede corroborar, porque está fuera de este mundo, aunque esté aquí; pero, esto es así; era un hombre muy convencido, muy católico y, por supuesto, tanto para Eduardo Navarro como para los que le han tratado de cerca, él nunca fue un falangista. Si Herrero Tejedor le hubiera llevado al Ministerio de Agricultura, pues habría estado en el Ministerio de Agricultura y no en el del Movimiento. Le vino bien estar en el del Movimiento para desmontar el Régimen.

No quiero aquí hablar mucho de la ley para la Reforma Política, que fue fundamental, y ahí colaboró activamente Torcuato Fernández Miranda, que llegó aquel verano desde Asturias llamado por Suárez y se metió en su casa de Navacerrada y estuvo haciendo los papeles que luego... y Adolfo Suárez con él, en gran parte para elaborar aquella “ley a la ley”, como se hacía aquí para no ser perjuro, ni el Rey ni Suárez, que los dos habían jurado los Principios del Movimiento y del Régimen. Pero buscaron la fórmula de hacer el tránsito de una ley por las propias instituciones del momento, que eran las Cortes, que se hicieron el haraquiri en aquella famosa sesión, en la que aprobaron la ley para la reforma política, que establecía las libertades democráticas y las elecciones libres y las dos cámaras, etc., que luego desembocaron en las primeras elecciones generales del año 77, que ganó Adolfo Suárez con un partido que se llamó la UCD, que fue una confluencia de todo, de diversas ideologías.

Sobre todo, ahí confluyó la España laica y la España católica, la España de la oposición moderada y la España del régimen y fue un buen invento que sirvió para hacer la Constitución española, y fue la que dio estabilidad a la corona y a la situación en aquellos años, porque el Partido Socialista en aquel momento era republicano, marxista y todo eso, y hasta el final de la elaboración de la Constitución no aceptó la corona.

Uno de los acontecimientos que yo resalto en el libro, que fue la legalización del Partido Comunista, que fue muy problemática. Tanto el Rey como Suárez habían dicho que en ningún caso se iba a legalizar al Partido Comunista. El Rey, en unas declaraciones, precisamente a Newsweek; unos años antes el Partido Comunista era el enemigo público de los militares, de la España hasta entonces; los que habían sido los enemigos en la Guerra Civil y, por tanto, era muy complicado. La reunión que tuvo Adolfo Suárez con los jefes militares, el que la organizo fue Sabino Fernández Campo, que en aquel momento todavía no era secretario ni jefe de la Casa del Rey, sino que era su Secretario de Información; él es el que dice que es militar, y se da cuenta que el cambio va a ser muy fuerte y que conviene que Suárez, que tenía una gran habilidad, sobre todo en las distancias cortas, explicara a los militares lo que se iba a hacer. Con los jefes militares hay una reunión de varias horas y según me cuenta a mí poco antes de morir, porque una de mis fuentes de este libro más fiable y más importantes, donde cuenta cosa verdaderamente importantes que no se sabían, que es Sabino Fernández Campo, pues Sabino Fernández Campo es el que organiza aquella reunión con los militares y a mí me asegura que allí Suárez jura ante alguien de allí que le dice "va a usted legalizar el Partido Comunista", [...]

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Conferencias del Aula de Cultura. Año 2009

 


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Conferencias del Aula de Cultura. Año 2008-2007

 


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Javier Urra: Algunos hijos desatendidos y padres desorientados: el arte de educar


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Alberto Piubello: ¿Un mundo mejor? ¡Sí, es posible!


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Por César Coca, Oscar B. Otalora e Iñaki Esteban

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