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D. Arturo Pérez-Reverte

Escritor

Presentación de su libro 'Un día de cólera'

En Bilbao, a 14 de enero de 2008
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Arturo Pérez-Reverte

Arturo Pérez-Reverte: Sí, sí, sí. Todo eso es auténtico. Ocurrió así. No sé si ella le dice el piropo al capitán o no; eso ya es la literatura. Pero el hecho es así. Porque realmente era asombroso: es que estaba estremecido. O sea, ver todas esas mujeres en la calle. Además, el 20% de los muertos fueron mujeres ese día, luchando, además, en la calle.

Almudena Cacho: Algunas a macetazos ¿no?

Arturo Pérez-Reverte: Sí, sí. Hombre de hecho hay un caso concreto, al subteniente Legrand, francés, -es el hijo del general Legrand-, es un joven guapo, apuesto -hay un retrato suyo por el que lo conocemos-, guapo, rubio, lo mató un macetazo en la calle del Barquillo. Una mujer le dio un macetazo, murió de esa manera tan poco gloriosa; una gloria del imperio francés allí en la calle. Entonces, bueno, la maceta y la navaja fueron las armas; entonces, bueno, el objetivo era justamente lo que tu dices. Yo recordaba, cuando traducía a Virgilio o Homero, que hacían los catálogos de las naves y de los guerreros y vienen tal, tal, y entonces, cuando peleaban, sabías que era fulano; y era mengano y era hijo de Ayas, o hijo de tal. Pues lo mismo, el citarlos a todos con nombres y apellidos y saber quiénes eran, sus profesiones, sus domicilios, puede parecer reiterativo, pero al final termina haciendo que el lector sepa que estamos hablando de seres humanos, no de entes abstractos, no de cuadros, no de grabados, no de épica; sino de vecinos, de gente que conoces.

Almudena Cacho: En las cuadrillas que se iban formando, ya hemos mencionado que era la gente del pueblo, 3.000 ó 4.000 personas que salen a la calle. Sólo un aristócrata que se involucra, el Marqués de Malpica, y hay un grupo, un puñado de militares que deciden hacerse fuertes y que son los que han pasado a la historia, y de los que seguramente conocemos los nombres, que son Luis Daoíz, Pedro Velarde -ambos son capitanes- y el teniente Jacinto Ruiz. Esta gente ¿por qué se mete en este fregado, sabiendo como sabían que no tenían el respaldo de la gente que portaba armas, de los suyos?

Arturo Pérez-Reverte: Hay dos casos. Ellos habían preparado una conspiración; los artilleros, una conspiración para sublevarse contra los franceses, pero la conspiración había sido frustrada porque el ministro de la guerra era afrancesado y frenó el asunto y lo deshizo. Lo estropeó.

Almudena Cacho: Pero había alguien con vergüenza torera, creo que...

Arturo Pérez-Reverte: Claro, pero lo que pasa es que ese día, cuando se monta el lío, entonces, ellos no pueden evitar por honor, digamos -para hoy en día es difícil de entender pero entonces era más fácil de entender- unirse al pueblo que está luchando y para mí son, además, dos personajes muy diferentes. Porque Velarde es el militar -los dos eran tipos cultos, eran tipos viajados, no eran malas bestias cuarteleras; eran militares de elite, digamos-, pero uno es exaltado, uno es el patriota exaltado, que es Velarde, que es el tipo la que le hierve la sangre, que dice "no puedo tolerar esto, hay que luchar, hay que morir con ellos" y Daoíz es el reflexivo, el tranquilo; le llamaban el abuelo, porque él tenía fama de ser un hombre muy sereno, muy equilibrado y muy frío. Pero, claro, ese día comprenden que había una orden de que el ejército no saliera a la calle -y no salió-, de no dar armas al pueblo y de mantenerse en los cuarteles. Al pueblo se le dejó abandonado y solo en la calle, ese pueblo huérfano en la calle, como me conmueve a mí cuando pienso en él, conmovió a Daoíz y a Velarde y dijeron "ese pueblo que va buscando quién los dirija" y, fíjate, que era la época cuando se iban buscando al cura y al aristócrata y al militar que para ellos era la autoridad, que los dirigieran. Pero buscaban aristócratas y militares para que los dirigieran en el combate, porque, claro, ellos solos no se veían con fuerza. Y, entonces, Daoíz y Velarde ven eso y, entonces, dicen "bueno, qué diablos, pues hay que morir; pues se muere y se muere. Y entonces El Álamo, por qué es nuestro Álamo. Además, lo he dicho alguna vez, es otra cosa que también me movió a esto, todo el mundo sabe quién fue David Crockett y el coronel Trevis y todos hemos oído hablar de El Álamo, hemos visto las películas, y este fue nuestro Álamo, este sí que es un Álamo de verdad: 30 militares, desertores prácticamente y 200 paisanos, durante tres horas aguantan en un patio que no tiene ni siquiera protección al ejército más poderoso del mundo. Le hacen 100 prisioneros y le hacen un montón de bajas y parece que hasta nos avergonzamos de ello. Entonces, decidí recuperar el tema. Este es nuestro Álamo, pues vamos a hablar de él; y he contado el Álamo del Dos de mayo. El Dos de mayo es una fecha, como te he dicho, que ha sido durante 200 años muy manipulada y muy apropiada por unos y por otros; todos han mojado en ella, de hecho. Fíjate, mientras Franco, mientras mi libro de texto franquista decía que Daoíz y Velarde eran los militares que llegaban al pueblo y el Dos de mayo la fecha heroica, en Buenos Aires, en el año 56, los republicanos exiliados españoles -donde hay, por cierto, un montón de vascos- que le llamaban el Dos de mayo, ellos también una fecha de libertad y de lucha del pueblo. Fíjate como puede la misma fecha verse de dos formas distintas. Pero ¿qué paso? Que cuando vino la democracia, al cargarnos todo el aparato ideológico franquista, todos los símbolos que estaban contaminados de franquismo -aquí uno le puso camisa azul al Cid y a Daoíz y a Velarde; les hizo falangistas prácticamente y tal-, entonces, al cargarnos eso, entonces la democracia española de la Constitución del 78, en vez de limpiar los símbolos de la memoria, en vez de limpiar la historia de la basura y dejarla otra vez válida para nuevas generaciones, dijimos "bueno, como está contaminada, por la ventana, y olvidamos".

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