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La filosofía es una cosa enormemente difícil, pero tiene una dificultad diferente de las matemáticas o de tocar el violín. Cualquiera que haya aprendido algo de filosofía sabe perfectamente que sin esa operación de revivificación de los textos de la tradición, es imposible leer, digamos, de manera significativa y esa es también otra preocupación obsesiva de mi proyecto de escritura. A mí la filosofía, aunque sea poca cosa en este mundo, desde luego es de este mundo y no del otro. Entonces, repito la pregunta del principio ¿por qué partir de esta mezcla de lo alto con lo bajo, de Hegel con la música de las tabernas? Pues, bueno, está claro que el gesto que da origen a este libro mío es el de promover esas extrañas compañías. Entre lo elevado y lo vulgar repite aquel otro gesto, al que en cierta manera el libro rinde homenaje, que es el resto de los Beatles al colocar a Stockhausen junto a Marilyn Monroe, o a Oscar Wilde junto a Mae West. Pero, claro, lo importante es saber qué se persigue con este gesto. Es decir, se trata, por ejemplo, de afirmar que no hay cosas mejores y peores, o más elevadas o menos elevadas en materia, por ejemplo, de arte o de cultura y de afirmar que todo es lo mismo y que todo da igual, que todo vale y por tanto, nada vale. Pues no, no, no y tres veces no, y es por eso, por lo que se me ocurrió escribir este libro.
En un libro anterior La regla del juego, en fin, como saben, los que han leído La regla del juego , que son dos chicos de un pueblecito de Galicia, donde no llega la televisión. Pues en ese libro los Beatles desempeñaban un papel bastante importante. Son un poco responsables de que el libro tenga una contextura rítmica. Pero, aunque parezca mentira, yo no escuchaba las canciones de los Beatles mientras escribía. ¿Por qué? Por razones que tienen que ver con la pobreza, pero también con la extravagancia. Yo no he tenido nunca en mi casa un tocadiscos, por lo menos, un tocadiscos como Dios manda, por eso yo no tenía los discos de los Beatles en casa. Entonces, cuando terminé de escribir La regla del juego , que, en fin, es una tarea que duró cuatro o cinco años, pues, en fin, decidí salir a la calle y regalarme un par de cedés de los Beatles y, entonces, la vi. La portada del Sgt Peppers , estaba allí igual que hace 40 años, con esa sensación de batiburrillo, de desjerarquización; John con Tony Curtis, Sony Liston, Oscar Wilde; esa mezcla. Entonces pensé, inmediatamente, quien vea esto ahora podrá pensar "de aquellos polvos vinieron estos lobos" y de ahí ha venido la crisis de la autoridad, la pérdida de autoridad de los maestros, de los médicos; en fin, el todo vale posmoderno. Y, claro, es el defecto que tiene la edad. Yo me acordaba perfectamente de cuándo vi aquella portada por primera vez, y me acordaba de que no tenía nada que ver con eso y por eso me decidí a escribir el libro. Porque claro, aquella portada negaba las jerarquías culturales vigentes, por lo menos las más aparatosamente vigentes y era una protesta contra la descalificación de la cultura popular.
Pero, claro, ¿qué es eso de la cultura popular? En contra de las apariencias, la cultura popular no tiene nada que ver con el folklore, por ejemplo. Mientras que el folklore es premoderno, preindustrial y predominantemente rural, la cultura popular es un fenómeno característicamente urbano, propio de la gran ciudad industrial, completamente moderno. Y, en segundo lugar, la cultura popular no se da nunca aparte de la alta cultura, sino que las dos esferas culturales forman parte de la misma estructura y son mutuamente inseparables y no hace falta decir que esta estructura es la estructura de la división social, que atraviesa nuestras formaciones históricas. O sea, que dicho más claramente, la distinción entre alta cultura y cultura popular es la expresión simbólica -expresión simbólica no quiere decir, reflejo mecánico-, pero es la expresión simbólica de la división social, de la desigualdad social y precisamente por eso la cultura popular tiende, como tendía la portada del Sgt Peppers, a negar la superioridad de los supuestamente elevado. Quiere negar la división social que la condena a la inferioridad y a la sumisión, mientras que la alta cultura tiende a afirmar esta división y hacer de su desprecio hacia lo vulgar, su signo de distinción social.
Esto es una curiosa condena, por ejemplo, también en el caso de Ortega y Gasset, que construya su obra La rebelión de la masas en función, en fin, de este desprecio de las masas y promoción de las minorías y, digamos, este libro se convierte en un gran éxito de masas; es prácticamente, el bestseller de la filosofía. O sea, que lo primero que habría que decir es que aquella portada de los Beatles no significaba "todo vale o todo es desigual", no hay lo mejor y lo peor; no significa eso, significaba un ataque a la división y a la desigualdad social y, como algunos de ustedes recordarán, pues, el motivo de aquella portada era un club, el club de los corazones solitarios, cuya banda se había formado, según se nos informaba en el disco, en 1947. Bueno, podría parecer una casualidad, pero no es una fecha cualquiera 1947. Es el momento en el cual Europa deja de ser una gran potencia, pierde su imperio colonial, y los campanarios de Notre Dame y del Big Ben dejan de dar el pulso del mundo. |