He encontrado en algunas publicidades algunos rasgos de cosas que nos ayudan a vernos mejor; que nos retratan a veces hasta el nivel de reírnos de nosotros mismos, que es por otra parte lo mejor que nos podría pasar. Muestra una publicidad de Atún de Tailandia. Y me sirve a mí para decir ¿hasta cuándo vamos a vivir aguantando el aire para que no se note que estamos más gordos?, ¿hasta cuándo vamos a usar esos tacos incómodos de 10 ó 12 centímetros para que no se vea que somos bajitos?, ¿hasta cuándo vamos a hacer el esfuerzo de decir cosas inteligentes para que nadie se de cuenta de que también a veces somos bastante tontos?, ¿hasta cuándo vamos a tratar de ser lo que no somos vulnerando, violando, maltratando la obra de arte de la que hablábamos antes?
Ése no es el camino; el camino es ser quien uno es; el camino es ser auténticamente quien uno es y, por supuesto, si uno es quien es se va a equivocar; si uno no copia, se va a equivocar, y sobre todo, se va a equivocar la primera vez de cada cosa. Porque solamente se aprende de los errores, y si solamente se aprende de los errores equivocarse es el pasaporte para el aprendizaje.
Yo les decía a mis hijos todo el tiempo, cuando ellos venían diciendo que lo habían hecho mal, yo les decía todo el tiempo. Ellos me decían que lo habían hecho mal y yo les decía: "¡qué bien que lo has hecho mal!". Y entonces, cuando un día vino mi hijo contento porque había sacado un 10, yo le decía: "es bueno, pero qué pena ¿no?". Me decía: "¿qué pena? ¿por qué?". "Porque ahora de esto no vas aprender más nada"; y él me decía: "estás totalmente loco tú", y yo decía: "sí, pero es verdad lo que te digo". Y me parece a mí que si uno pudiera premiar los errores, si uno pudiera darse cuenta de que los errores son buenos para nosotros, si uno pudiera darse cuenta que cuando uno hace algo, lo hace por primera vez y lo hace bien, no aprendió nada, porque ya lo sabía; que solamente puede aprender cuando se equivoca, cuando lo hace mal; y que ahí está la llave de nuestro aprendizaje y que, entonces, en lugar de hacer esta estupidez de enojarse con uno mismo cuando se equivoca, uno tendría que ser un poquito más benévolo cuando se equivoca, un poquito más benévolo con uno mismo.
Porque esta cosa de que uno se equivoca y dice: "¡pero cómo me equivoqué!, ¡pero qué barbaridad!, ¡cómo puede ser que me haya equivocado!" es una maldad para con uno. En realidad uno podría decir, "pero, Jorgito, qué pasó que te equivocaste; bueno, a ver si aprendes ¡eh! para la próxima vez". ¡Qué bueno sería aprender a tratarse bien!, porque nadie nace sabiendo nada, ni siquiera uno nace sabiendo cómo se es padre; y los que son hijos primogénitos saben lo mucho que se equivocan los padres primerizos. Nosotros, los que hemos venido después, tenemos mucha ventaja, porque algunos de los peores errores lo han hecho con nuestros hermanos y nosotros cosechamos alguna ventaja de esto. Los que son hijos únicos lo tienen muy mal, porque éstos siempre son los objetivos de los errores, pero, fíjense, lo que puede pasar con un padre primerizo sólo por no saber (muestra un vídeo). |