Profundizar en el conocimiento, que no tiene nada que ver con confundir, con las sobredosis que tenemos de información. Creo que tenemos una gran sobredosis de información y bajo conocimiento. Ante un buen libro, por ejemplo, preguntarme: ¿enseño a consultar, a integrar, a elaborar o nuestros hijos, nuestros alumnos se han quedado en el famélico "corte y pega"?
Es que ese es otro tema. Generar anticuerpos contra la violencia, plantearme cómo conduzco yo, por ejemplo, cuando me enfado, ¿Cuál es mi comportamiento en un vehículo? Creo que es esencial y, sobre todo, para los varones educar a corta edad a los niños en aceptar un "no" como respuesta; simple y llanamente, un "no"; esa es una respuesta.
Capacitar para educar. A mi me ha llamado muchísimo la atención -y hemos tenido un éxito editorial importante con el libro de El Pequeño dictador -, cuando los padres son las víctimas. De padres que te dicen "no puedo con mi hijo". Le dices "¿qué años tiene?" y te dice "cinco". Esta es una realidad. El Instituto Madrileño del Menor y la Familia quedó absolutamente superado por la cantidad de niños que tienen cinco años. Y es que no pueden. Y entonces los padres, muchas veces, dicen "pero es que no tengo un manual para educar". No es cierto. Yo, desde luego, escribo mucho. Hay libros. Pero si en cualquier quiosco hay un Ser padres. Ahora bien, el problema es que cuando yo veo en la tele a Arguiñano cómo hace un ajoarriero, me hago a la idea, pero con eso no sé. Yo tendré que saber ir al mercado, tendré que desmigar el bacalao, tendré que mover la cazuelita. Y la gente, mi miedo es, a ver si cree que leyendo un libro, o una revista, o viendo dos programas, la cosa funcionando. No, no, porque exige algo elemental: constancia, coherencia. Los niños son agotadores. Nosotros tenemos que ser un punto más y esto es complejo.
Valorar lo importante, que no es equiparable a lo urgente. Comprometerse. Yo creo que los niños tienen que saber desde el primer momento que no puede poner en su epitafio -yo, desde luego, en el mío no quiero que lo ponga-, "murió como vivió, sin ganas". Me parece terrible; me parece que hay que entregarle a la vida todas las ganas. No es cuestión de tiempo; es cuestión de intensidad; de implicación con la comunidad.
Es fundamental en el reto de la educación el aprender a escuchar. Escuchar, que no es oírse a sí mismo. Y, entonces, habría que pasar mentalmente a la película: ¿cómo son mis interacciones con los demás? Restablecer la verdad en relación con la mayoría de los jóvenes. Lo comentábamos antes de entrar, yo llevo 30 años con el tema de los jóvenes; he hablado a medios de comunicación, miles de veces; jamás un periodista me ha dicho "dígame algo positivo de los jóvenes"; esa pregunta no se me ha formulado. Por lo tanto, el tema es el botellón, la anorexia, el joven y violencia. Claro, la gente llega a creer que los jóvenes son así. Pero ustedes pregúntense por los que conocen: si son familiares, si son cariñosos, si son normales. Me parece que realmente distorsionamos mucho.
Reconstruir los mensajes mediáticos. Esto es un reto de la educación, en una sociedad que empieza a ser muy de la imagen. Tendríamos que reconstruir esos mensajes, tendríamos que enseñar a los jóvenes, a los propios niños, a tener capacidad crítica. Es verdad que hoy un niño cuando nace ya sabe lo que es el on y el off, pero tiene que saber que Matías Prats no va a cometer ningún error esta noche, primero porque tiene un autocue y lo lee; porque tiene un pinganillo y se lo dicen. Tiene que saber que la televisión nunca será el notario de la verdad, ni de la realidad. Por cierto, todo esto haría falta que lo transmitan; por cierto, que los medios de comunicación y específicamente la televisión no tienen por qué ser 100% educativos; tienen que ser de entretenimiento, pero no tienen por qué ser sólo contenedores de publicidad; tienen una corresponsabilidad social grande; más sin duda cuando tienen a veces aportaciones muy importantes del estado. Creo que tendríamos como reto intentar influir más que las tecnologías, lo cual no es fácil. Hay niños que están absolutamente desconectados de la relación, del contacto con las personas; siempre están delante de una pantalla.
Acabar con el sentimiento de impunidad. Yo tuve la suerte de participar en la elaboración de la tan traída y llevada ley de responsabilidad penal del menor 5/2000. Muy denostada por mucha gente, a veces con razón, y a veces por gente que no la ha leído pero que haya escuchado un criterio. En algo hemos fallado, y eso es cierto. Y hemos fallado en que hay chicos que cuando van a ser detenidos te dicen, "eh, que soy menor", es decir, une la palabra menor a ser impune. Creo que los niños tienen que saber que son acreedores de las consecuencias de sus propios actos. Saben ustedes que en España un niño a los 13 años puede dar consentimiento para tener relaciones sexuales con un adulto, y porque lo modificamos, pues antes era a los 12. |