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Sonia e Indira desarrollan una relación de afecto muy grande. Sonia es la hija que no ha tenido y le gusta esta mujer porque no es ambiciosa, porque es llana, es directa, es franca, es ama de casa. Al principio Sonia intenta integrarse en esa familia y, claro, le cuesta, porque no le gusta el picante de las comidas, no le gusta llevar el sari porque le da la impresión de que se va a caer de golpe y se va a quedar desnuda delante todo el mundo; no le gusta el calorazo, que es tremendo antes de los monzones. Pero, bueno, vive, de todas maneras, como una privilegiada, en el sentido de que está viviendo en la primera familia de la India, y bueno, pues aporta su grano de arena como puede. Una de las maneras es que sabe muy bien cocinar. Ha aprendido a cocinar gracias a su madre, y entonces, introduce la cocina italiana en la casa y les encanta a todos, claro. Entonces van las bromas de que ella italianiza a la familia en lugar de que ellos la están indianizando a ella.
Pero es una familia felizmente muy cosmopolita, donde entran todas estas bromas y todos estos juegos, eso sí, siempre de puertas a dentro, porque como lo sepa la oposición se monta enseguida el escándalo. Poco a poco Sonia se convierte en la ayudante de Indira. Es ella quien la elige los saris cuando tiene que ir de viaje; Indiri se la lleva muchas veces de viaje, y confía mucho en esta mujer y llega a decir que cuando sale de viaje está muy tranquila, porque mientras que Sonia está en casa, sabe que no va a ver ningún problema.
Y, bueno, Sonia vive dentro de esta familia de la manera más independiente posible. Su marido es piloto de aviación y viven 16 años se puede decir de gran felicidad. Ella se ocupa de sus niños, se ocupa de que la casa vaya bien; de vez en cuando llama a Indira diciendo "oye que viene Miterrand y 30 franceses a cenar; a ver si puedes organizar algo" y, bueno, de repente, tiene que..., porque era todo como muy improvisado siempre y parecería chapucero hoy en día. Pero, bueno, era así como se vivía en casa de Indira Gandhi en aquel entonces, y, claro, el pacto que hace con Rajiv es que nunca te metes en política, nunca te meterás en política, y Rajiv tampoco se quiere meter en política. Pero, claro, la política invade, se mete por debajo de la puerta. Cuando ella quiere dar a luz, se quiere ir a Italia a dar a luz, no quiere a dar a luz sola en un país como la India, pero no puede, porque, claro, Indira dice "si te vas, qué va a decir la prensa, qué va a decir la oposición; porque estamos aquí en un país que es una gran democracia también, donde hay prensa libre y prensa que se mueve; qué van a decir si te vas, que aquí no hay sanidad, que aquí no hay un médico capaz de dar a luz a la nuera de Indira Gandhi". Ella se tiene que quedar y la política, poco a poco, va haciéndose pervasiva y lo que es increíible es que una mujer fuerte, como Indira Gandhi, que tiene un talón de Aquiles enorme que es su otro hijo Sanjay. Y Sanjay es lo contrario del marido de Sonia, Sanjay la manipula, Sanjay es ambicioso, Sanjay quiere acumular poder, tiene prisa por cambiar la India, tiene prisa porque la India se haga un país moderno y, poco a poco, va realmente arrastrando a su madre primero y, realmente, a toda la familia hacia el abismo.
No os voy a contar aquí toda el libro, pero toda esa parte es la historia de una familia, que puede ser como la suya o como la nuestra. Todas las familias se parecen, en todas las familias hay cuñadas que se miran con recelo, hay suegros que no les gusta mucho el yerno y viceversa. Hay todo esto, sólo que en la familia de los Gandhi todo esto ocurría a la luz pública, pero había algo fascinante en el caso de los Gandhi, es que de lo que hablaban en la mesa a veces eran temas que involucraban la suerte de millones de personas, es que de repente como me contaba la secretaria de Indira, estaban desayunando a lo mejor Sonia, Indira y Rajiv, e Indira preocupadísima porque las lluvias monzónicas se habían retrasado una semana; y sabían por el departamento de estadísticas que si las lluvias monzónicas se retrasaban más de un mes eso equivalía a más de un millón de muertes en los campos; y cuando tienes esas decisiones, esos problemas en la mesa, ya te cambia el chip, como se dice.
Y se trata de gente normal, como ustedes y como yo, pero enfrentados a problemas de dificilísima solución y, poco a poco, Sonia se va dando cuenta de que donde está viviendo esto no es un país normal, no es un país como Italia, con todas sus diferencias, o como España, que estamos aquí siempre protestando porque este país es ingobernable "porque, mira, las comunidad autónomas...", pero aquí, más o menos, todos somos blancos y todos somos más o menos católicos. Pero imagínense lo que es la India, 1.200 millones de personas, más de 500 dialectos, 17 idiomas oficiales, veneran a 330 millones de divinidades, no sé cuantas religiones hay ya, es que ya es incontable; un indio del Cachimira no se parece a un indio del Sur, no tienen el mismo color de piel, no comen lo mismo, no visten igual, no veneran los mismos dioses, no hablan por supuesto el mismo idioma; es una especie de olla a presión donde bullen las aspiraciones de una sexta parte de la humanidad. Y esto es lo que Indira Gandhi tenía en sus espaldas y, claro, Sonia veía todo esto desde lejos.
¿Quién hubiera podido pensar entonces que todo este peso acabaría recayendo en los hombros de esta italiana? Ese era el misterio que encerraba para mí esta historia. Porque, como dijo ya no sé qué gran escritor, toda la novela encierra en su interior un misterio, y el misterio para mí era este, cómo era posible que Sonia Gandhi, que toda su vida ha odiado la política, que ha intentado por todos los medios que su marido no entrase en política, que ha intentado disuadir a sus hijos de que entren en política, un día se lanza al ruedo y, ella misma, se lanza en política, y no sólo eso, sino que acaba arrasando en unas elecciones con el retruécano de la historia de que ella es italiana y acaba así convirtiéndose en la mujer más poderosa de la India y según una revista una de las tres mujeres más influyentes del mundo. No me digan que no extraordinario. |