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D. Ignacio Martínez de Pisón

Escritor

Las pequeñas historias que hacen Historia

En Bilbao, a 28 de enero de 2008
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Ignacio Martínez de Pisón

La historia que más me interesaba a mí de todas esas chicas era, curiosamente, la de la única que ni era comunista ni siquiera de izquierdas; la única que no era tan joven, porque no era menor de edad, sino que tenía ya creo que 29 años y la única que tenía un hijo. Se llamaba Blanca Brisac -quien haya visto la película, es el personaje interpretado por Pilar López de Ayala-, que es una chica que por motivos para mí, completamente inexplicables, su sumario se confundió con el sumario de las otras doce, de las militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas y acabo corriendo el mismo destino que ellas. Ella era una mujer católica, que siempre dijo que durante la república había votado a los partidos de derecha. Su marido, músico, también se consideraba conservador. Extrañamente, cuando esto sucedió, el sumario se mezcló con el de las otras y la mataron a ella. Por supuesto, también mataron al marido; el marido estaba también en el sumario de los otros chicos a los que fusilaron media hora antes que a las chicas y ellos tenían un hijo tenía 11 años cuando fusilaron a sus padres, sigue vivo y cuando me estaba documentando para esta historia, pues fui a verlo al sitio donde vive, que es un pueblo al lado de Madrid que se llama Villaviciosa de Odón. Me contaba cosas de cómo lo vivió en aquel momento, cómo vivió aquella tragedia.

La verdad es que uno se sorprende de la capacidad de adaptación que el ser humano tiene a la realidad. Cómo el instinto de supervivencia te obliga a adaptarte a las circunstancias, por adversas que estas sean. Y él me dijo una cosa que me sorprendió mucho, que sus mejores amigos habían sido falangistas, es decir, que él había vivido durante el régimen de Franco sin mayores problemas con el Régimen y que sus amigos eran falangistas y que a él le llamaban "El Rojillo", porque sabían que sus padres habían sido fusilados, pero que no había tenido mayor problemas de convivencias con sus amigos falangistas. Pero también me contó una cosa, que yo creo que es muy estremecedora, que porque a él no le dijeron que sus padres habían sido fusilados, él fue a la Salesas, que es donde se celebraban los consejos de guerra, sin saber que habían sido sus padres que estaban encarcelados. Y fue a ver qué les habían hecho a sus padres. Y cuando llegó a la puerta le dijo al guardia "oiga yo soy el hijo de Enrique Sánchez y de Blanca Brisac y quiero saber qué ha pasado con mis padres"; entonces el guardia le dice "espera un momento"; el guardia entra, mira unas listas, vuelve y le dice "fusilados los dos, y suerte tienes de tener 11 años, porque si hubieras sido mayor de edad, te hubiéramos fusilado a ti con ellos porque a la mala hierba hay que cortarla de raíz". Que también, decirle esto a un niño de 11 años, pues tiene delito.

La historia de las Trece rosas digamos que me permitió ahondar en una parte de nuestra historia reciente que, en fin, ha sido contada por gente que la vivió y que vivió esas experiencias, pero me ha permitido también contarla para una película, sin atenerme a la realidad, como tiene que atenerse alguien que, en fin, que da testimonio, o como un historiador que lo investiga.

Y pude investigar también una historia lateral que me interesó especialmente porque su protagonista era aragonesa, y por esa curiosidad, pues, por ver qué había sido de esa paisana mía metida en ese torbellino, quise tirar del hilo a ver qué salía. Era la directora de la cárcel de Ventas. Todos los testimonios sobre esta mujer eran realmente durísimos, eran atroces; hablaban de ella como una mujer tremenda y como si fuera una mujer sedienta de sangre, que quisiera matar a todo el mundo, a todas esas presas con las que convivía. Y empecé a tirar del hilo para ver qué sabía de esta mujer, vi que era de Huesca, que había estudiado en centros cercanos a la Institución Libre de Enseñanza, es decir, que su trayectoria no era precisamente la de una falangista, que era muy religiosa, que de hecho, se ordenó teresiana, que estudió magisterio, que también mantuvo relación con maestras de la institución Libre de Enseñanza. Después, descubrí que además era la hermana del guionista de Buñuel. A través de ahí pude hablar con gente cercana a ella, por ejemplo, con una hermana que sigue vive, con la que he hablado unas cuantas veces, para saber cómo era realmente esa mujer, si era realmente verdugo, sediento de sangre, si era ese monstruo...

La visión que me dio esta otra persona, Matilde Castro, la hermana de la directora de la cárcel de Ventas, no coincidía en absoluto con la de algunas reclusas. Yo creí que era honrado, honesto por mi parte, confrontar los diferentes testimonios y, realmente, intentar averiguar de verdad como eran los personajes, sin aceptar los testimonios de un lado a palo seco y dar por buenas las verdades que algunos proclaman, Y, entonces, realmente, me pareció que era una pobre mujer, que es verdad que aceptó un encargo, una responsabilidad dura y difícil, para la que a lo mejor no estaba preparada y una responsabilidad, pues, que le iba a provocar sinsabores. Porque evidentemente aceptar ser directora de la cárcel de Ventas en el Madrid de abril del 39 era aceptar que ibas a hacer cosas feas. Pero, por lo que sé, ella lloraba y lloraba cada vez que le quitaban algunas de las reclusas para fusilarla y, en todo caso, lloró mucho con estas porque ella sí que sabía, al contrario que los militares que las juzgaron, ellas sí que sabía que eran inocentes y que ellas no habían hecho nada, y que se estaba fusilando a unas inocentes.

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