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D. Emilio de Diego

Presidente de la Asociación de Estudio de la Guerra de la Independencia

España, el infierno de Napoleón. La Guerra de la Independencia

En Bilbao, a 31 de marzo de 2008
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Emilio de Diego

Y los ingleses van a volcarse en ayuda de la causa española durante la Guerra de la Independencia. ¿Es que les ha dado un súbito ataque de hispanofilia?, ¿es que, de pronto, no sabían en qué gastarse el dinero?, ¿es que, de pronto, se ven acometidos por un afán de ayuda? No, no. Es que pronto se han dado cuenta de que la insurrección española, si de verdad se consolida, significa el punto de inflexión de toda la estrategia de la guerra contra Francia, un cambio definitivo. ¿Qué cambio es este? Pues, ni más ni menos, el siguiente. Con la insurrección española las bases francesas están en los Pirineos. De ahí hay que entrar en territorio español y hay que dirigirse contra Portugal. Estamos a cientos de kilómetros y estamos a cientos de kilómetros en un territorio hostil. Los barcos ingleses desembarcan tropas, pertrechos, alimentos, todos los elementos que sean necesarios para la guerra en Oporto, en Lisboa. El ejército inglés tiene sus bases a pie de obra. Ha cambiado, por primera vez: la potencia continental no domina el espacio en el continente, y la potencia naval domina el espacio continental. Está en condiciones de pasar a la ofensiva con ventaja. Sus líneas tendrán la distancia que quieran. Los franceses se verán obligados a tener unas líneas de cientos de kilómetros. Este es un cambio definitivo, gracias al dominio del mar. La apertura de la guerra en la península significa un giro copernicano en lo que había sido la estrategia de los conflictos entre Inglaterra y Francia desde 1793. Eso, nada más y nada menos, es lo que significa para los ingleses la guerra en la península.

Y para Napoleón significa uno de sus peores errores. En 1794 Napoleón había hecho un informe a la Convención , diciendo: "Las características del territorio español, el carácter de sus gentes, poco organizadas, poco avanzadas pero bastante montaraces y, no dadas a sufrir el yugo extranjero, aconsejan que no combatamos nunca en España porque, además, si llegaran a la alianza con Inglaterra nos plantearían gravísimos problemas". Esto lo ha escrito Napoleón Bonaparte en 1794 y, sin embargo, en 1808, tal vez porque no pensaba en ningún momento que la guerra acabaría tomando esa proporción, que finalmente tomó. Sí, guerrea en España. Por eso, yo me atrevo a llamar en mi libro a ese, uno de los errores de Napoleón. Porque no es que haya cometido un fallo de cálculo sobre una información que le han pasado. No, no. Es que entran en contradicción con sus propios postulados. La apertura de la guerra en España supone un cambio definitivo en el panorama de las guerras en la Europa de la Francia de la Revolución y del Imperio.

La participación británica se tradujo en ayuda financiera, que hoy ya podemos estimar gracias a diversos trabajos que he tenido la ocasión de dirigir en colaboración con el Ministerio de Defensa. Más de 10 millones de libras esterlinas de la época, que significan por encima del 20% de lo que costó la guerra en total. Eso pagaron los ingleses de manera directa, bien que procuraron cobrárselo de otra forma. Pero esa es la ayuda financiera inglesa; ni más ni menos. Y, sobre todo, en los momentos y las ocasiones que consideraron más eficaces. Es algo verdaderamente significativo, pero no es sólo el plano financiero. Los ingleses tenían su propia guerra en la península. Por eso, incluso las autoridades españolas, aunque firmamos un acuerdo en enero de 1809, el tratado de Londres, por el que se ponía negro sobre blanco el objetivo de combatir juntos a Napoleón, a pesar de todo eso, los recelos. No olvidemos que los ingleses eran el enemigo tradicional, pues seguían a la orden del día y cuando los ingleses se atrincheran en Portugal y cuando los ingleses no salen de Portugal, y cuando los españoles les piden que avancen y que combatan en España y que colaboren a expulsar a los franceses y ellos siguen en Portugal, surgirán numerosos desencuentros entre las autoridades españolas y Wellington o los responsables del gobierno británico.

Los ingleses tienen su guerra. Su objetivo es desgastar a Napoleón. No tienen otro ritmo que el de conseguir una victoria global sobre Napoleón. Los españoles tienen otros objetivos y otro ritmo; tienen el objetivo de expulsar a los franceses y de volver a traer a Fernando VII que, mientras tanto, se lo está pasando divinamente en Valencey.

Cuando estos creen que está en unos calabozos infames, allí en Valencey, en el palacio, junto con su hermano Don Carlos y su tío Don Antonio, pues se pasa el día haciendo punto de cruz que se llevaba mucho, jugando algunas partiditas y felicitando a los franceses cuando baten a los españoles. Y cuando se trata de liberarle, con muy buen criterio personal -hay que entender que él era un hombre bastante cauto en este sentido-, jamás se prestó a que ninguna expedición española que se organizó para tratar de liberarle de Valencey, tuviera el menor éxito, lo desaconsejó siempre y no se unió a ninguna. Claro, podríamos entender, bueno, él se plantearía lo siguiente: "Y si yo salgo de Valencey, me expongo a que me cojan; si me cogen, ya hemos terminado, y si no me cogen, ¿dónde voy? Voy a España, ¿y qué pasa en España? En España estamos en guerra, y lo probable es que la gane Napoleón. Entonces, ¿qué se me ha perdido a mí en España, de momento? Quieto en Valencey, y así estará en Valencey hasta que se acaba la guerra en España prácticamente.

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