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En ocasiones nos tendemos trampas a la hora de pensar. O utilizamos una lógica que no sólo nos resulta productiva sino que potencia nuestra confusión.
Esto me recuerda un chiste:
Sherlock Holmes y Watson se han ido de acampada. En plena noche, Holmes se despierta y le da un codazo a Watson.
- Watson- le dice-, mire al cielo y dígame qué ve.
- Veo millones de estrellas, Holmes- responde Watson.
- ¿Y qué conclusiones saca, Watson?
Watson se para a pensar.
- Bueno- dice-, astronómicamente veo que hay millones de galaxias y, potencialmente, miles de millones de planetas. Astrológicamente, observo que Saturno está en Leo. Por la hora, deduzco que son aproximadamente las tres y cuarto. Meteorológicamente, sospecho que mañana hará un día espléndido. Teológicamente, contemplo la grandeza de Dios y nuestra pequeñez y sinsentido. Esto... ¿y usted qué ve?
- Watson, estúpido, ¡qué alguien nos ha robado la tienda!
Efectivamente, la respuesta más sencilla y obvia suele ser la más correcta, pero aunque resulte increíble, suele ser la más difícil de obtener.
Motivación
Para llegar a la afirmación ESTOY MOTIVADO, MI VIDA TIENE SENTIDO, antes podría preguntarme ¿PARA QUÉ SOY? ¿Para crear mi vida? ¿Para realizar un cometido, para disfrutar, simplemente para ver pasar los días? ¿Para ser más completo, mejor persona, para llegar a sentirme más ligero? ¿Para ser útil para mí y para los demás?
Sentirse útil es algo que está demostrado que genera bienestar.
Parece que la idea de ayudar a los demás está reservada a unos pocos. A las grandes almas. A seres abnegados que se encuentran por encima del común de los mortales. Que hace falta ser muy bueno y muy generoso. Todo esto es así. Hay personas que responden a estas características. Pero el tener una utilidad para los demás, el ofrecer tu ayuda en determinados momentos no solo es algo al alcance de todos sino que supone una estrategia de vida.
Puedo ser útil con mi trabajo. Sea el trabajo que sea si lo hago con amor y consciencia seguro que beneficia a las personas que lo reciben. Cuando me siento útil a los demás (repito, sea en la situación que sea. Ayudando a portar unas bolsas de la compra a una persona mayor, siendo amable en mi trabajo, acompañar a alguien en una situación difícil, valorando y reconociendo las capacidades de otro, etc.) como decía, cuando me siento útil a los demás me siento bien. Me siento más alegre, más capaz, con más fuerza. Esto genera una onda expansiva a mi alrededor ya que la persona que ha recibido mi atención a su vez se sentirá también mejor y estará más dispuesta a ser útil a los demás. Y así sucesivamente.
No hace falta realizar gestos extraordinarios para llevar esto a cabo.
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Pero sí podemos realizar más actos extraordinarios.
Hace tiempo tuve un sueño en el que veía claramente que al final de una vida existe el vacío de lo que no se ha hecho. De lo extraordinario. Mecanizamos nuestro día a día cotidiano e incluso mecanizamos nuestras vivencias extraordinarias como lo pueden ser las vacaciones, relaciones, aventuras (no me refiero a las sentimentales ¿eh?)
A nuestro lado pasan infinidad de oportunidades que dejan de serlo en el momento en el que no las prestamos atención.
¿Por qué ir siempre al trabajo por la misma ruta? ¿Por qué no probar comida de otro país? ¿Por qué no conocer una zona de mi ciudad que desconozco? ¿Por qué no hablar con un desconocido y entablar con él una amena conversación? O sonreír al empleado del banco cuando nos notifica que sube el euribor. Bueno, eso quizás es demasiado.
En definitiva, cualquier vida puede ser más intensa de lo que la vivimos. Atrevernos a vivir. Participar de la emoción de estar en un lugar en el que cualquier cosa puede suceder... con nuestra ayuda.
Cualquier persona, en cualquier situación puede realizar pequeños gestos extraordinarios. Aunque esté enfermo, aunque sea mayor.
Esta sugerencia no está en oposición a la filosofía de vida de valorar lo cotidiano. Recibir aquello que vivimos diariamente como algo extraordinario y llevar a cabo acciones extraordinarias casi diariamente.
Algo que puedo preguntarme para saber si en mi vida hay una motivación es cuáles son mis intereses. Me refiero a qué cosas me alimentan como persona, qué es aquello que me moviliza, me apasiona, me ilusiona.
También puedo reflexionar sobre mis aficiones, sobre las cosas que disfruto haciendo y que tienen relación con mis capacidades y cualidades. |