Si se han fijado ustedes, no hay ningún compositor ni ningún intérprete que pierda inteligencia. Los seres humanos ganamos inteligencia de modo exponencial hasta los 22-23, o los 21 años. Hasta los veintitantos años ganamos inteligencia muy rápidamente. Después, no es que dejemos de ganar inteligencia: es que la curva de inteligencia se aplana y nos cuesta mucho seguir ganando inteligencia. Pero, sin embargo, nos resulta habitual ver a un director de orquesta con ochenta años dirigir. Todos recordamos a Pablo Casals que dirigió su último concierto con más de 90 años. Todos recordamos a Karajan dirigiendo su último concierto de año nuevo con un soporte detrás porque casi no podía sostenerse de pie, pero podía controlar perfectamente a los cien músicos de la filarmónica de Viena, sin ningún tipo de problemas.
Entonces, ¿cómo se ha podido utilizar la música? ¿qué efectos ha tenido, por ejemplo, en los niños? Durante muchísimos años se ha dicho que el país más inteligente del mundo era Alemania, y ahora que lo es Finlandia. Y, en ambos casos, a sus niños en la escuela les hacen estudiar música exactamente igual que si fueran matemáticas. En Japón la clase de música la han puesto antes de la clase de matemáticas, porque el rendimiento en matemáticas de los niños mejora después de haber estudiado música. Y es que el estudio de la música tiene efectos laterales sobre la comprensión, la inteligencia espacial, o sobre las matemáticas. Bach era un gran matemático y Philidor, además de músico, fue un gran matemático y un gran ajedrecista.
La música son matemáticas y, además, es que se ha demostrado que la música es una de las pocas cosas que activa todo el cerebro, en la composición o en la interpretación. Si ustedes se han fijado en un niño pequeño... Los niños cuando van a la escuela habitualmente les podemos clasificar en tres categorías: hay niños que son visuales y es que cuando el profesor les examina y les pregunta en el examen son los que se acuerdan en qué hoja del libro estaba aquello que está preguntando el profesor, otros niños son auditivos y recuerdan lo que el maestro dijo en clase, y otros, que son los que peor lo pasan en el colegio, son los quinestésicos, que son los que necesitar tocar, moverse y les obligan a estar sentados ocho horas y lo pasan fatal en el colegio. Y la música activa a la vez las tres cosas. Un niño que está tocando un instrumento está leyendo, está escuchando y está tocando. Si, además, lo hace en un cuarteto de cámara, resulta que se tiene que poner de acuerdo con otros tres para que aquello suene al unísono, con lo que, encima, activa la inteligencia emocional. Vamos, una auténtica maravilla.
Y es que la música conecta directamente con nuestras emociones. Puede modificar nuestra postura, puede modificar los pulsos, los latidos de nuestro corazón, nuestra postura claramente. Incluso hay gente que se pone a bailar: fíjense si modifica su postura. Entonces, ahora ¿no les ha pasado a ustedes que a veces están escuchando una música y dicen que dan ganas de hacer cosas? Fíjense si esto es así. Yo soy profesor de marketing, entonces voy hacer una pequeña cuña de marketing. Los directivos de los centros comerciales lo tienen clarísimo. Nosotros, inconscientemente, movemos los pies al compás de la música. Entonces, si vamos un día por la mañana, que hay poca gente en el centro comercial, verán que tienen una música mucho más lenta y, entonces, la gente va tranquilamente, mirando y comprando. Pero si vamos un viernes a la tarde, que el centro comercial está lleno de gente, la música irá más rápida, para que el flujo de gente se mueva con mayor celeridad.
Hay músicas que nos dan ganas de hacer cosas. (La máquina de escribir). Lo mismo que la música nos puede llevar a grados de actividad grandes. ¿Cómo puede ser? Imagínense, pero esto desde los tiempos más remotos, o sea, las tribus se reunían alrededor de la hoguera, bailando una danza, que siempre estaba acompañada por música. Esta danza podía tener desde contenido religioso hasta claras intenciones de apareamiento al final de la danza. Esto no se diferencia mucho de lo que pasa ahora en nuestras discotecas: se desinhiben, su comportamiento cambia alrededor de una música, en la que están danzando los jóvenes.
Pero lo mismo que nos puede inducir a una actividad, nos puede llevar, exactamente, a todo lo contrario. Podemos escuchar música y sumergirnos en un mundo irreal, en una atmósfera onírica que casi puede ser táctil, que la podemos toca con los yemas de los dedos, en un mundo de ensoñación, hedónico. (Barcarola de Los Cuentos de Hoffmann).
Pero lo mismo que nos puede inducir a una actividad, nos puede llevar, exactamente, a todo lo contrario. Podemos escuchar música y sumergirnos en un mundo irreal, en una atmósfera onírica que casi puede ser táctil, que la podemos toca con los yemas de los dedos, en un mundo de ensoñación, hedónico. (Barcarola de Los Cuentos de Hoffmann).