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D. Marta Rivera de la Cruz

Escritora y periodista. Finalista del Premio Planeta 2006

Españoles en el Holocausto

En Bilbao, a 29 de enero de 2007
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Hay cinco personas en concreto que fueron juzgadas, personas con nombres y apellidos. Fueron denunciadas y perseguidas por sus propios compatriotas, por los propios españoles. Fueron el único grupo que tuvo interés, una vez llegada la liberación, en hacer pagar a los kapos por los crímenes cometidos. El día de la liberación hubo muchos kapos que fueron asesinados a manos de los propios presos.

El caso de los prominenten era completamente distinto. Los prominenten eran los profesionales cualificados que había dentro del campo. Evidentemente, en un campo de concentración lo que había fundamentalmente dentro del entramado nazi eran soldados, especialistas en eso, en maquinaria de guerra en general, en orden y en tortura en particular. Pero hacían falta personas, profesionales que pudieran hacer de barberos, que pudieran hacer de oficinistas, que pudieran hacer de fotógrafos, que pudieran hacer de jardineros, porque los campos eran pequeñas ciudades, eran ciudades, y había que contar con gente que trabajasen en esas ciudades. Los españoles estaban muy bien considerados, les consideraban buenos profesionales, muy trabajadores, muy serios, muy abnegados, porque es que incluso entre los esclavos, aunque parezca una gran paradoja, había categorías y los oficiales de la SS apreciaban muchísimo a los españoles como trabajadores.

Hubo muchos españoles entonces entre los prominenten . En Mauthausen, por ejemplo, hay un caso que a mí llama mucho la atención. Un chico bastante joven -22 años tenía Manuel García-, que había hecho estudios de ingeniería civil. Era un chico muy espabilado. Alguien lo detectó y fue fichado para trabajar como ingeniero en una construcción de unas vías de acceso al campo. Se le asignó un grupo de trabajo, trabajó como ingeniero durante toda su estancia en el campo y sobrevivió en unas condiciones un poco mejores, hasta el día de la liberación.

Los prominenten vivían mejor que el resto de los presos. Hubo otro, un caso que tiene cierta gracia, si puede haber algo gracioso en todo esta drama. Era un chico que se llamaba Josep Llombard, que cuando les preguntaron sus profesiones dijo que era peluquero, cosa que era verdad, porque su familia tenía una peluquería. Normalmente los peluqueros lo que hacían allí era rapar a los presos, hacían las labores de barbero, pero resulta que este chico lo que había aprendido era peluquería de señoras. Entonces, se corrió la voz entre las mujeres de los SS de que había un peluquero, y una lo llamó, le hizo un peinado estupendo y a partir de entonces fue el intocable. O sea, las señoras corrieron la voz entre los maridos, "oye, a este no nos lo lleváis por delante, porque es el que nos peina". Entonces tenía citas y tenía, pues, casi su salón de peluquería. Estaba bien tratado, le llevaban alimentación extra, porque, claro, era el peluquero del campo y, además, era peluquero especializado en señoras. Entonces, bueno, vivió bastante bien, -si se puede vivir bien en un campo de concentración- y se mantuvo también con vida hasta el día de la liberación.

Hubo otros españoles que encontraron trabajo en las oficinas del campo, y a varios de ellos les debemos una parte de la documentación que se conserva y que ha servido para reconstruir la historia de Mauthausen. Había un hombre llamado Casimir Climent, que había sido oficial del ejercito republicado durante la guerra, se había exiliado en el 39 y fue capturado en junio de 1940 y trasladado a Mauthausen. Era un chico que hablaba bastante bien alemán. En aquel campo, que era una verdadera torre de Babel, todos los presos que hablaban alemán tenían más oportunidades de mantenerse vivos. Entonces, a este chico lo asignaron a las oficinas de la gestapo dentro del campo y se le encargó, en primer lugar, fichar a los prisioneros recién llegados: la famosa organización germana. Era verdad, los alemanes querían mantener un registro de la gente que iba llegando al campo y, más adelante, también se le encargó ocuparse de la correspondencia con las organizaciones que se interesaban por los prisioneros españoles que estaban internos en el campo.

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Conferencias del Aula de Cultura. Año 2009

 


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Divergencias 'Cultura entre líneas'
Por César Coca, Oscar B. Otalora e Iñaki Esteban

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