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D. Juan Manuel de Prada

Escritor y ganador del Premio Biblioteca Breve 2007

Los riesgos de la memoria histórica. ¿Es mejor olvidar?

En Bilbao, a 19 de marzo de 2007
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Bueno, ha llegado un momento en que esa mentira, naturalmente, no se sostenía en pie. Cualquier intento de análisis riguroso de lo que fueron aquellos años, te hace tropezar inmediatamente con la dura realidad y es que el pueblo francés mayoritariamente fue colaboracionista y que, sobre todo, Francia mantuvo una actitud que no estaba a la altura, digámoslo así, de lo que se hubiese debido exigir a una potencia de su categoría. Una potencia que, además, obtuvo el estatuto de Yalta, a la conclusión de la II Guerra Mundial, por razones ajenas al papel que desempeñó durante la II Guerra Mundial; fundamentalmente porque Churchill se dio cuenta de que si Francia no obtenía el estatuto de potencia vencedora, Francia podría ser comunista, con lo cual, ya no habría un Telón de Acero sino un Doblete de Acero, el comunismo iría desde el este al oeste y conquistaría toda Europa. Esa fue la razón fundamental por la que, en Yalta, se le da el estatuto de potencia vencedora a Francia. Pero, digamos, su participación en la guerra, al lado de la participación y del coste en vidas que tuvieron las otras potencias, fue mínima.

Vemos que hubo un primer momento en que ese olvido era necesario provechoso y que, probablemente, significa la supervivencia de la nación. Si no hubiese habido olvido, si no se hubiese corrido un tupido velo sobre lo que ocurrió, inevitablemente, Francia se hubiera desangrado en una guerra civil, o en algo todavía peor. Sin embargo, pasado el tiempo, cuando esas heridas se puede considerar que estaban cerradas, Francia no tuvo quizá la grandeza de afrontar con seriedad su pasado; y la prueba de ello es que, cuando uno busca bibliografía sobre aquellos años de la ocupación, se encuentra con muchos problemas. Yo, durante la documentación de este libro, deseaba, sobre todo, dar un retrato de lo que era París en aquellos años; y me tropecé con muchos problemas y tuve que recurrir a libros de memorias, a autobiografías, a personas que contaban cómo era París en aquellos días, más que a libros de historiografía en sí; porque no existen grandes relatos historiográficos sobre lo que fue la ocupación de Francia durante los años de la II Guerra Mundial.

Francia no ha sido capaz de afrontar ese pasado y todavía, cuando lo afronta, inmediatamente surgen las heridas. Porque se ha elaborado una mitificación que, cuando se intenta penetrar en la verdad, esa mitificación ha creado una corteza que realmente resulta imposible de taladrar. Transcendiendo el caso concreto, pues, si habláramos de nuestra realidad actual o de cualquier necesidad de regresar al pasado, no de revisar el pasado, pues creo que existen esas dos etapas. Creo que hay un momento en el que es necesario correr un manto piadoso sobre los acontecimientos pasados, pero creo que también hay un momento en el que descubrirlo.

Condición para afrontar el pasado, para volver la mirada atrás, para hacer ejercicio de conciencia sobre lo que aquel pasado fue, creo que la primera condición es, en primer lugar, no juzgar los acontecimientos pasados con presupuestos actuales. Es decir, no incurrir en el anacronismo, que es una cosa en la que se suele incurrir. A veces se suele incurrir incluso con buena voluntad. A mí una de las cosas que me pusieron más nervioso del papado de Juan Pablo II fue cuando pidió perdón por la condena de científicos como Galileo y tantos otros. Condenas que se habían realizado cinco siglos atrás, cuando estos científicos se atreven a poner en solfa la ordenación del universo frente al saber de la época que, no olvidemos, era un saber aristotélico. Era Aristóteles el que había ordenado al Universo, bueno, asumiendo tesis anteriores a él, pero, desde luego, él es el que concibe que la Tierra es el centro del Universo y que todos los astros giran alrededor de la Tierra. Cuando la Iglesia condena a los científicos que empiezan a decir que esto no es cierto, que el centro del universo del Universo conocido entonces es el Sol, no podemos juzgar aquello desde los parámetros actuales. Nos parece una aberración que haya una estructura de poder, la Iglesia en este caso, que defendía que la tierra era el centro del universo; nos parece una aberración con los conocimientos que tenemos, que son el fruto de una larguísima evolución del pensamiento. Pero, para entender aquel acto, te tienes que situar en el saber de la época, y el saber de la época era el saber aristotélico-tomista, que era el que guiaba.

Y todo el mundo estaba convencido de ello, de que la Tierra era el centro del Universo. Entonces, claro, pedir perdón por esos errores, puede estar bien de cara a la galería, pero desde un punto de vista histórico no deja de ser una aberración. Es decir, aquellos señores de la Inquisición, que condenaban a un científico por decir esto, realmente no eran unos psicópatas que quisieran mantener cerrada con siete llaves el cofre de los conocimientos científicos, sino que, simplemente, eran personas que pensaban que estaban velando por el saber de aquella época y, desde luego, condenaban conforme a los parámetros de castigo de aquella época. Es decir, que pedir perdón por cosas que han ocurrido cinco siglos atrás, sinceramente, no deja de ser una pequeña majadería, porque, repito, estamos mirándolas desde nuestra perspectiva; y esto es un grave error.

Yo creo que, cuando se analizan acontecimientos relativamente recientes de nuestro pasado histórico, acontecimientos especialmente dolorosos, también incurrimos en este vicio: juzgar las cosas desde nuestra perspectiva. Y, claro, cuando juzgamos las cosas desde nuestra perspectiva, en primer lugar, creo que incurrimos en el error de no ser igualmente intransigentes con unas tiranías que con otras. Por razones diversas, el fascismo fue una tiranía que fue derrotada durante la II Guerra Mundial y que, desde entonces, no volvió a tener ninguna aplicación práctica, más allá de estas formas residuales que pudieran representar, por ejemplo, el franquismo en España. El comunismo, por el contrario, fue una tiranía victoriosa. Yo creo que, de hecho, el gran triunfador de la II Guerra Mundial fue el comunismo y no la democracia. No olvidemos que la mitad de Europa cayó bajo su yugo y muchos millones de personas fueron asesinadas. El comunismo, como digo, triunfó en la segunda guerra mundial y tuvo mucho tiempo -tuvo hasta nuestros días, 60 años- para irse transformando, para irse despojando de sus ideas más perniciosas o, más directamente, genocidas, para irse transformando en otra cosa y, sobre todo, para ir encontrando nuevas expresiones más allá de que esta ideología alimentase a las nuevas generaciones de socialistas y de comunistas, pero, poco a poco, eso se fue transformando en otra cosa, se fue contaminando de democracia y, naturalmente, derivó en otra cosa.

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Conferencias del Aula de Cultura. Año 2009

 


Enrique Pallarés: . La ansiedad. Qué es y cómo manejarla


Fernando Trías de Bes : Qué podemos aprender de la crisis y cómo evitar que vuelva a suceder


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Nuria Roca : 'Los caracoles no saben que son caracoles'


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Bernabé Tierno: 'Fortalezas humanas, educación y valores en la familia'


José Poal Marcet: '¡Llegó la crisis! Claves para entenderla y hacerle frente'


Jaime Peñafiel: 'La mirada y la palabra de Jaime Peñafiel'


Alfonso Mateo Sagasta: 'Las caras del tigre: el sueño de un paraíso sin manzanas. En el centenario de Darwin'


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Aureliano García Manzanal: 'Ghana: educación y desarrollo'




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Por César Coca, Oscar B. Otalora e Iñaki Esteban

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