Y cuando decimos que deseamos familias democráticas, nos referimos a la sumativa de individuos que respetan la intimidad del otro, sea o no niño, claro que hay que saber con quién va, qué le interesa, en qué riesgos puede incluirse pero eso no da licencia para abrir su correspondencia, revisar sus cajones...
A los niños tenemos que intentar enseñarles, la verdad de la vida, las verdades, las utopías, tenemos que mostrarles su capacidad para llevar su vida, en sus propios brazos, no debemos colocarlos ante los acontecimientos sin capacidad de crítica, de iniciativa, no podemos sentarlos ante una televisión que enseña a los niños, que les «muestra» pasivamente sin participación ni esfuerzo, sin diferenciación de estadios, rompiendo el tradicional currículum escolar e impidiendo o dificultando la motivación por lo desconocido, el esfuerzo por aprender mediante la explicación, el estudio, la lectura (algo más costoso que ponerse a ver la TV).
Al fin y no se entienda como cursi, o «pastelito», transmitamos la idea de Rabindranath Tagore: «Yo dormía y soñaba que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio era alegría».