Hoy, las cosas no se ven del mismo modo que las vio Menéndez Pidal hace ochenta años. Las preocupaciones de cuatro generaciones de estudiosos han sido distintas. Sus preguntas también. La sociedad ha seguido rindiéndose cuentas de su pasado, también en lo que toca al Cantar de Mío Cid . Juristas, filólogos, sociólogos, historiadores de todo tipo han vuelto a leer una y mil veces el poema y, sobre todo, se han sentado "sobre los hombros de los gigantes que les han precedido y han llegado a ver más lejos que ellos. No porque su vista sea más aguda sino porque los gigantes los alzan sobre su estatura gigantesca".
Y de la historiografía a nuestra realidad cotidiana
Hoy han pasado ochocientos años y las cosas ¿han cambiado? Sabemos algo más de memoria histórica. Sabemos que sólo la individual es libre y espontánea. Sabemos que la que quiere pasar por colectiva se elabora en un momento dado a partir de una selección interesada del pasado que el poder realiza o estimula y acaba imponiendo como versión oficial por encima de las respectivas y fragmentarias memorias individuales. Y sabemos también que esa memoria colectiva exaltará siempre, como en la Castilla de 1200, el recuerdo de una democracia originaria, de una independencia arrancada y de un heroísmo constante del grupo sujeto de tal memoria. En el fondo, no hay sociedad que renuncie al prestigio que esos tres valores confieren.
Por eso, a un historiador, más concretamente, a un medievalista le suenan tan cercanas, le resultan tan familiares las altivas afirmaciones que incluyen los preámbulos de algunos borradores de los nuevos estatutos de las Comunidades Autónomas que actualmente se elaboran en España. ¡Como que muchas son tan viejas y legendarias como las escenas recogidas en el Cantar de Mío Cid o en la tradición de los jueces de Castilla! Al leer algunas de aquellas afirmaciones, se activa en mi memoria la frase que escuché hace unos años a mi hermano Fernando: "En la situación actual de España, lo más imprevisible es su pasado". Y ello porque, con frecuencia, en su legítimo empeño por modelar el porvenir, muchos políticos hacen de la historia, por definición, disciplina del estudio del pasado, un verdadero instrumento de "regreso al futuro" que desean.
En definitiva ¿eso es grave? Por lo visto, no. Tal vez, el nuestro, como el de 1207, como el de siempre, es un tiempo en que el poder incluye entre sus competencias la de recordar, como reflexiona la protagonista de la novela Mentira de Enrique de Hériz, que "no es tan grave que el pasado sea un invento; al fin y al cabo, también el futuro lo es y a nadie le cuesta mucho aceptarlo". ¿Y los historiadores? Los historiadores siguen pensando con ilusión que la verdad existe, que sólo se inventa la mentira, aunque, muchas veces, las fuentes disponibles les obligan a conformarse con que la verdad sea sólo la más verosímil de todas las mentiras posibles. Pero, incluso entonces, bien sabemos los del oficio lo que cuesta, en tiempo y dedicación, llegar a discernir honradamente cuál es, en efecto, la más verosímil.
Cantar de Mío Cid- Ampliaciones
El juglar establece una relación con los oyentes. Las circunstancias y reacciones pueden llevarlo a mudar en más de un aspecto la fisonomía del poema, a acelerar o retardar el tempo , alterar el papel de un personaje, omitir unos elementos, atenuar o subrayar otros.
La meta era que el Cid les pareciera a los oyentes tan vecino como el mismo juglar. - La aproximación a las coordenadas del público, a su ámbito de vivencias y referencias.
Todas las cualidades heroicas están en el Cantar matizadas por una infalible humanidad. La voluntad de arrimar el mundo de la gesta al mundo del auditorio.
Valencia no representa un bastión cristiano frente a la morería de 1094 sino un hogar y una hacienda que muestra toda la grandeza del héroe, mejor que al lejano rey de León, a los "ojos hermosos" de su mujer y de sus hijas.
Para el poeta, el protagonista no es tanto el guerrero invicto, el conquistador con aureola de mito -el único Mío Cid de que quien alcanzaría algunas noticias el común de los oyentes-, cuanto el Ruy Díaz de Vivar a quien no resta grandeza estar hecho del mismo barro que quienes escuchan sus hazañas. - El Cid no era una figura de retablo cuanto un espejo. - Pintarlo igual que sus oyentes en los momentos bajos, en la adversidad, en la vida menuda, significaba incitarlos a identificarse con él en las horas de triunfo y esplendor. - El Cantar es un producto tardío y surge en el momento de la humanización.
Don Quijote se echó al camino sin dineros. Al Cid, por el contrario, el primer problema que le sale al paso es conseguir fondos para atender las necesidades de su mesnada y de su familia; y la solución que encuentra no tiene parangón en los anales de la epopeya: pedir un préstamo a unos usureros.