Mi libro tiene una estructura muy clara, porque en realidad, aunque no hay unas partes divisorias, se pueden especificar claramente 500 páginas dedicadas a la música tradicional, desde Monteverdi hasta Debussy, Mahler. Y una segunda parte, otras 500 páginas -el libro tiene 1.000-, dedicada al siglo XX, íntegramente al siglo XX, es decir, al siglo pasado, que fue un gran siglo de música y que todavía no está del todo integrada, incorporada en nuestros hábitos. La música, más incluso que las artes plásticas, que la arquitectura, genera muchas rutinas en la percepción sensorial, Y es por esta razón, quizás, de que músicos grandísimos como es el caso de Schönberg, o de Alban Berg, o de Anton Webern, o bien estos que he citado anteriormente -los músicos de la segunda postguerra, de John Cage en adelante-, pues quizá retrasan más de lo necesario su incorporación, su integración en nuestros ámbitos auditivos. El fondo es la audición, el sonido, el ámbito, la materia, la materialidad misma, por donde discurre la música.
Como he dicho al principio, mi intención inicial era escribir un libro que se llamase Pensar la música. Luego lo corregí e hice este recorrido porque se atenía mejor a mi forma de encontrarme con la música, que es, más bien, a partir de la personalidad de los músicos y del acto de libre creación que uno encuentra y que asocia pues a nombres como Josepf Hayden, Wolfgang Amadeus Mozart, Johannes Brahms, Anton Bruckner. A partir de esta tarea de indagación, casi detectivesca, por la cual me fui orientando y encauzando y, por tanto, el libro cristaliza o cuaja en una especie como de tapiz o de puzzle. Lo fui componiendo como se hacen los grandes puzzles, o sea, primero una parte, luego otra, luego otra, hasta que al final se dibujaba una imagen. Porque, en realidad, lo que yo pretendía era, con todos estos pequeños ensayos, cada uno de ellos unos 30, 40, algunos 50 páginas -el más largo de todos es el que consagro a John Cage-, lo que quería era dar como una especie de recorrido, trazar un recorrido posible, proponer al lector un recorrido posible a través de cuatro siglos de música occidental.
Fue para mí penoso tener que hacer este recorte, porque a mí, la música anterior a Monteverdi también me resulta enormemente fascinante. En realidad, posteriormente a este libro, estoy un poco fraguando la idea, el proyecto de ampliar un poco el ámbito temporal, y en lugar de ceñirme a cuatro siglos, abrirme a diez. O sea, desde el año 1000, que es cuando en realidad nace,. surge con la escritura, con la primera escritura musical, también en los conatos, de lo que al final termina cuajando en la polifonía contrapuntística.
Lo que específicamente podemos entender por música occidental, esa música que nace un poco, "con-nace" junto a los grandes movimientos artísticos, como es el románico, posteriormente el gótico, pero también, en cierta manera, espirituales, como es la reforma gregoriana etc, reforma cluniacense, que son, en cierta manera, los que van formando y dando sentido y dirección, destino, a la música de occidente. Hasta las aventuras con las que nos encontramos hoy, referidas un poco a la materialidad del sonido, a la sonoridad en su forma más estrictamente poética. O una cierta matemática del sonido, que también uno de los destinos de la música occidental, incluso griego.
Recuerden que la filosofía, en el fondo, nace o "con-nace" en el espíritu de la música, para decirlo en términos de Nietzche. La figura de Pitágoras está en los orígenes mismos de la filosofía. La filosofía nace en Grecia, en el mundo jónico y, discípulo pues de los primeros grandes filósofos Tales de Mileto, Anaxímenes, Anaximandro. Es el legendario Pitágoras, que es el primero que de alguna manera alumbra la intuición genial, extraordinaria de que el número es principio de todas las cosas. Pero, fíjense ustedes, Pitágoras descubre esta idea, esta extraordinaria idea y la experimenta, no en el ámbito al que luego lo aplica que es el campo de la aritmética, de la geometría o de la astronomía; no. Es en el campo musical, es en el ámbito de la música y, a través precisamente de un experimento, a partir de la diferencia de sonoridad que le provocan los golpes de un herrero en su taller. Por lo cual, él hace un, precisamente, digamos, experimento científico y, a partir del cual, empieza a introducir un enorme dentro de las proporciones armónica y entiende un poco los primeros, llamémosles armónicos naturales de la música, las consonancias de la octava, quinta, la cuarta etc, que es lo que un poco nutre sus grandes ideas, que luego extrapola al campo de las matemáticas, de la aritmética y de la geometría y, finalmente, de la astronomía.