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D. Alberto Piubello

Médico responsable del Programa Sida en Camerún

¿Un mundo mejor? ¡Sí, es posible!

En Bilbao, a 5 de febrero de 2007
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Y ahora os voy a contar alguna historia. Sólo intenté situar los proyectos, pero los proyectos no nacen en una oficina, nacen de la vida y, por ejemplo, el paludismo tiene un porcentaje de curación de 89,6%, pero no sé cuántos niños murieron antes de empezar este proyecto. La tuberculosis tiene un porcentaje de curación del 87%, es uno de los más altos de África. Pero la historia empezó así. En el 96 Camerún no tenía un programa de tuberculosis y una vez vino a mi despacho un señor llorando porque su hijo tenía tuberculosis y el tratamiento costaba algo como seis sueldos mensuales, y este señor lloraba porque, decía, "no podrá vivir; yo no tengo el dinero para curarlo" y cuando me fui a su casa me dio una impresión inmensa, un chaval de un metro y noventa, jugador de baloncesto del equipo nacional de Camerún, que vomitó un litro de sangre delante de mis ojos. Y, bueno, blanco y allí no teníamos medicamentos esenciales y entonces intenté estudiar un proyecto y ver dónde conseguir el abastecimiento y medicamentos esenciales. Allí empezó. Conseguimos la medicación, le dimos el tratamiento al chico, que se curó, y, lo más importante, es que cuando se curó me dijo una cosa que yo me acordaré por toda la vida. "Dios me devolvió la vida, porque yo ya me consideraba muerto, y yo ahora tengo que dar mi vida para los demás". Estudió enfermería con una beca que le conseguimos y hoy es el responsable del servicio de tuberculosis, que atiende 1.000 enfermos cada año.

Y esto me parece lo más importante, porque normalmente se dice que la ayuda se desperdicia, que hay muchos gastos anexos, pero aquí, con poco dinero, con pocas ideas, pero con una historia debida conseguimos montar un programa que hoy se convirtió en programa nacional. Lo presentamos al Ministerio de Salud y hoy este programa atiende a toda la población de Camerún, y esto gracias a un chico que tenía que morirse.

El programa de Sida. Yo tengo una imagen espantosa de cuando tenía que comunicar a las personas que tenían Sida. La imagen es que se apaga la luz en los ojos, cuando usted le dice "usted tiene Sida". Hay esta imagen de la luz que se apaga en los ojos, porque es una condena a muerte, y hoy, con un programa que conseguimos gracias a Manos Unidas, atendimos a 500 parejas seropositivas y vamos a presentar otro proyecto que va a atender algo como a 3.000 personas. Nacieron 500 niños libres de Sida y os aseguro que, cuando el primer niño nació, y vimos que la prueba era negativa fue uno de los momentos más bonitos de toda mi vida.

Además, supe lo que quiere decir quedarse sin medicación. Porque, antes de empezar este proyecto, estaba en mi despacho haciendo las estadísticas anuales y todo el personal ya se había ido, vino una chica que se encontraba muy, muy mal, que se desmayó delante de mis ojos. Intenté hacer la reanimación boca a boca, pero haciendo la reanimación, me vomitó sangre, una cantidad de sangre en la boca y esta chica se murió de tuberculosis. Después supe que de Sida. No teníamos tests, no teníamos medicación, no teníamos nada y, entonces, durante seis meses, yo me quedé convencido de tener Sida, sin poder hacer nada, Y supe lo que quiere decir no tener la medicación y vivir la vida de los pobres. Esta yo creo que fue la experiencia más importante que me ocurrió en Camerún, porque, por primera vez, supe lo que quiere decir estar del otro lado. Yo venía Italia. Siempre, por cualquier enfermedad, podía acudir al hospital, tenía mi seguro social, tenía todas las seguridades que en Occidente se tiene. Pero, por primera vez en mi vida, supe lo que quiere decir, como decía, estar en el otro lado. Esto, bueno, me hizo reflexionar mucho, porque yo digo, se puede ir de cooperación unos meses. Pero a mí también se me ocurrió lo que dijo el chico de tuberculosis que "Dios me devolvió la vida". Porque, al final, hice el test al volver a Europa, después de seis meses y el test resultó negativo. Pero no me olvidé de aquellos seis meses y lo que puede pasar la gente si no colaboramos como se debe. Si tenemos riqueza, si tenemos posibilidades, lo más humano y lo más natural es compartirlo con los demás.

Y, bueno, yo creo nuestros proyectos funcionan. Hoy con este proyecto intentamos construir un hospital con fondos propios. Es la primera vez en Camerún y otro hospital para el tratamiento de Sida, puede ser que con la ayuda de Manos Unidas, que es un organismo que a mí me encanta. Bueno, no hago publicidad porque Manos Unidas me invita, pero normalmente rechazamos a muchos organismos de cooperación internacional, porque son parásitos. Gastan hasta el 75% de su presupuesto para automantenerse, en oficinas, en despachos, en puestos administrativos. Manos Unidas gasta el 6% de su presupuesto para automantenerse. A mí me parece un organismo muy serio y que respeta la contraparte local. Yo trabajo para una ONG Camerunesa, no es una ONG extranjera y entones lo puedo decir en nombre también de los amigos de Camerún.

Bueno, entonces, respecto al título de la charla ¿Un mundo mejor? ¡Sí, se puede! Yo creo que realmente sí se pueda, aunque se desconoce, porque muchas cosas que pasan en África no se conocen en el norte de Camerún. Un grupo de mujeres, en una sociedad machista, como la sociedad camerunesa, que hizo una cooperativa de agricultura y con esta cooperativa consiguen pagar el tratamiento con antirretrovirales, es decir la medicación contra Sida a todas las mujeres del pueblo, esto es un ejemplo de movilización social superbonito. Porque es la gente misma del pueblo la que se movilizó: no va pidiendo dinero, ayudas, ayuda. Realizó esto. Normalmente siempre tenemos imágenes dramáticas de África. Por mi parte, me encuentro muy a gusto en Camerún, feliz y bueno. Durante esta charla sólo intenté compartir con ustedes esta alegría.

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Por César Coca, Oscar B. Otalora e Iñaki Esteban

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